29 de abril de 2011

JOE


Teresa Esmatges
Tengo la memoria intacta para el olor del mar, el rumor del viento caliente o la gris humedad sobre mis huesos. Me basta con cerrar los ojos, que es como abrirlos, y todo vive todavía. Lo que quiero está conmigo y respiro con calma.
Puedo notar en mis muslos la tibieza que desprende mi gato dormido y en la mejilla la lengua ansiosa de mi perro.
Puedo sentir a mi lado la calidez de los cuerpos que un día fueron amados, que colmaron de gozo mi piel y la llenaron de nombres.
Puedo saborear el gusto dulzón o amargo de antiguos besos y diferenciar los ardores de cada una de sus bocas.
Puedo sumergir mis pies en el agua fresca de un río y percibir el delicioso escalofrío que me hace ser naturaleza.
Sin abrir los ojos puedo mirar la noche, respirando sus estrellas y oir la suave melodía de una guitarra amiga e imperfecta. La música fluye desde dentro y dejo que me proteja.
Poco a poco se hace menos importante lo que alguna vez debió haber sido decisivo. He dejado de preguntarme. Alguna vez quise saber dónde estaba y quién era, después cuánto me quedaba y finalmente cuándo empezó todo.
Oigo a alguien que me pregunta cómo estoy y yo, abatido, encogido y con lágrimas en los ojos no puedo recordar la palabra exacta para expresar cómo me siento en su mundo. Forma parte del vocabulario de todas esas personas con nombre y apellidos a las no puedo reconocer ni nombrar. Es la otra realidad, la de los ojos abiertos, la del viejecito pacífico en una extrañísima silla con ruedas, al que lo visitan personas sonrientes y movedizas que le hablan con cariñosa agresividad, hijos o nietos tal vez. Tienen su risa, su música, sus problemas. Tampoco saben lo que quieren, pero aún no se han enterado.






9 comentarios:

  1. Mi nombre es Enrique, palabra que quizá no te diga nada. Un amigo común nos presentará. Te besaré. Quedaré en tu registro de recuerdos y eso me conforta.
    Otro beso.

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  2. Llévame contigo a esa realidad de los ojos cerrados donde se hace menos importante lo que alguna vez debió haber sido decisivo...Simplemente maravilloso...

    Un abrazo.

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  3. Otra Carmen que te quiere, que no espera a la silla de ruedas, pues siempre te tiene en su corazón

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  4. "Puedo notar en mis muslos la tibieza que desprende mi gato dormido y en la mejilla la lengua ansiosa de mi perro." PRECIOSO :-)

    LAMONTI

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  5. Desde el mundo de lo que nunca podrá ser, tejiendo siempre.

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  6. Mmmhmmm me gusta esto de cerrar los ojos para saber lo que quiero... cuántos y cuántas deambulan hoy en día sin enterarse de que aún no saben lo que quieren... yo entre ellos. Pero quizá solo deba cerrar los ojos y ojalá vengan a mí imágenes tan preciosas como las que describes. Enhorabuena y me parece que ahora voy a abrir bien los ojos y volverte a leer, que de veras vale la pena! POPOTA

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  7. Uffff...... me ha emocionado la vida de los ojos cerrados, que los movedizos quizás no entendemos o no queremos, excusándonos en la falta de tiempo. Nadie sabe realmente lo que quiere y algunos lo sabemos, a pesar de....
    Maravilloso, Teresa.
    Martín

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  8. M'encanta la frase: "Poco a poco se hace menos importante lo que alguna vez debió haber sido decisivo", el temps ... no cal preguntar-se el perqué del passat.
    Pepa

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  9. El título me resulta raro en ese maravilloso relato, prosa poética en estado puro.
    Por unos instantes he visto escrita una palabra soez, que luego al ver la falta de acento o "r" final, me he preguntado qué relación tenía con la narración, ¿se trata de siglas, un nombre? Ahí no has estado muy acertada, el título no hace honor al texto.

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Gracias por tu dulce comentario, prenda.