14 de abril de 2011

Releer El maestro y Margarita




Fernando Bravo
Dicen nuestros mayores que a partir de cierto momento ya no se lee, sino que se relee. Sabia consideración no carente de razón; a veces esta afirmación es literal –leí con 15 años El Quijote y vuelvo a leerlo con 35– o más metafórica –toda historia de amor trágico es, en cierta medida, Romeo y Julieta, o todo viaje nos lleva a Homero, por lo que uno tiene la sensación de no leer nada nuevo sino variaciones del mismo tema–. Las variaciones no son, por supuesto, la misma obra, aunque la sensación de déjà vu o déjà lu nos acompaña silenciosa pero pertinazmente. Sea como sea, a mí todo esto me produce otra sensación: cuando releo pienso aquello de “ya estoy en la época de mi vida en que releo”, y en entonces me entra un ataque de vejez, siento como las canas afloran a ojos vista, como se me arruga la piel alrededor de los ojos como en alguna de las escenas de La máquina del tiempo y como vienen a mis labios frases lapidarias del tipo “no somos nadie”, “la vida son cuatro días” y otras verbalizaciones atolondradas de la evidencia del paso del tiempo.
Pero no todo puede ser malo: al contrario. Así, el otro día me encontré releyendo un clásico de la literatura rusa (entonces soviética). Se trata de El maestro y Margarita, de Mijaíl Bulgákov, en traducción de Amaya Lacasa, obra maestra (sin miedo a abusar de este sintagma) que aunque totalmente anclada en la sociedad soviética de los años stalinistas, mantiene una vigencia y una universalidad abrumadora.
La historia: un día el diablo aparece en Moscú y la ciudad se ve arrasada por las travesuras del gamberro más universal de todos los tiempos, que llega con sus amiguetes para imponer un poco de justicia, algo que se adelanta en el motto de la novela: “―Aún así, dime quién eres. ―Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y que siempre practica el bien” (del Fausto de Goethe). Se trata de una novela por momentos hilarante que nos habla del bien y del mal, de la belleza, de las intrigas palaciegas, del absurdo del poder totalitario, de una sociedad enquistada en el absurdo y la paranoia y de una bella historia de amor, el sortilegio mágico capaz de curar la peor de las locuras.
No es de extrañar que la crítica mordaz que desarrolla el amigo Bulgákov le mereciese la censura del régimen y no pocos problemas, algo que por desgracia no ha desaparecido con el paso del tiempo; baste recordar a Salman Rushdie, Adonis (Alí Ahmad Said Asbar), Gao Xingjian o incluso autores como Roberto Saviano o Noam Chomski, a quien parte del establishment se empeña en hacer pasar por tonto para intentar ocultar o desacreditar sus lacerantes críticas. A todos ellos, el poder, sea el de los gobiernos autoritarios, las religiones intolerantes o las mafias, les ha brindado el honor de ser autores molestos y por tanto no recomendables, por lo que pesa sobre ellos la fetua, el peso del exilio, la amenaza de muerte más ramplona y sicaria o la tergiversación de su figura para que los inocentes oídos de los lectores no se intoxiquen con sus ideas. El destino de Bulgákov fue así, pero aún más absurdo: no le dejaron salir, pero tampoco publicar, le permitían ensayar sus obras de teatro para, un día antes del estreno, cancelarlas, no respondían a sus cartas aunque le daban falsas esperanzas. Podemos suponer que el diablo que apareció en Moscú encarnaba los deseos del propio Mijaíl Afanasiévich Bulgákov de ajustar cuentas y poner cordura en un mundo de locos borrachos de utopía. Por desgracia, Bulgákov no tuvo oportunidad de ver publicada su obra en vida, aunque se convirtió en una de las obras más leídas en la URSS/Rusia y todo el Este de Europa. Como en un caso de justicia divina –la misma que aparece en las páginas del libro–, la belleza prevalece y hoy día El maestro y Margarita goza de una encomiable salud y el régimen soviético donde nació esta obra ha muerto. Leed –o releed– y gozad.


2 comentarios:

  1. Nuestros mayores llevan razón... a veces.
    Releer, Rever, Reescuchar, Requerer, repetir lo que nos gusta denota sabidura. No es sinónimo de vejez o que entremos en una etapa de madurez, prueba de ello es que los niños repiten hasta la saciedad la misma película, quieren que leas el mismo cuento noche tras noche o les cantes "la canción".


    El Maestro y Margarita es mucho más que un buen libro, hay tantas lecturas que necesitas más de una. Algunas escenas son pequeños relatos en sí mismas. La estructura interna rica y compleja es imposible detectarla a la primera, te quedas fascinado con la trama y la ambientación.
    Confieso que la he leido tres veces, y si hago caso a "nuestros mayores" debo tener ya un pie en la tumba. Leer o releer, juventud o vejez, evasión o literura ¡qué más da! si con ello disfrutamos.
    Ah, no me cansaría jamás de conciliar el sueño al son de Life on mars ni repetir El Maestro y Margarita una vez más.
    Gracias por tu interesante post.

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  2. acabo de terminar "el maestro y margarita" hacía años que tenía este título apuntado en mis agendas pero no lo buscaba, vino a mí hace 15 días desde el escaparate de una libreria, en una edición de bolsillo y no me pude contener, desde entonces hasta hoy mi vida ha girado en torno a su trama, ha sido como una alucinación inesperada porque realmente sabía que era un libro ineludible pero nada conocía de su argumento. me ha encantado. lourdes

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Gracias por tu dulce comentario, prenda.