19 de febrero de 2011

Cajero automático

Teresa Esmatges
De camino al restaurante, vi el neón de un cajero automático y entré. Me venía de perlas, pues sólo tenía dos míseros euros.
   Introduje mi dinero de plástico para sacar un par de billetes de 20. Presionaba la pantalla táctil, siempre lo mismo: cantidad pit, sacar dinero pit, número secreto pit pit pit pit. Cuando tenía mi mano en la ranura para retirar la tarjeta, un sonido reclamó mi atención.
   Una pastilla azul con letras blancas anunciaba: lo siento, no te puedo dar dinero, pero puedes escoger una de estas tres opciones: consejo, Inspiración, oráculo.
   Tardé en reaccionar. ¡La máquina me estaba contando algo! Había recuperado mi tarjeta y podía largarme, pero quería seguir adelante.
   Me perturban los oráculos, aunque no crea en ellos. La inspiración, ¿para qué?, esta noche sólo quiero diversión. Así que un consejo nunca viene mal, siempre puedo no hacerle caso.
   CONSEJO ¡gling!
   Estás de suerte, has sido la única que te has quedado a dialogar conmigo, es muy dura la vida de un cajero automático y por eso te concedo las tres opciones. Te aconsejo que si quieres dinero te busques a otro, te inspiro la historia sobre lo nuestro y el oráculo es la opción imposible, pero me gustaría decirte que volverás. Gracias por tu generosidad. Tienes unos dedos magníficos.
   No pude más que sonreír, lo acaricié, me dedicó un recital de luces y sonidos. Decidí que aquella noche no necesitaba dinero, lo iba a pagar todo con tarjeta.

8 comentarios:

  1. ¡uau!...me ha encantado. Debería de haber más cajeros sorpresa de esos y ponerle un poco de magia a la vida.

    ResponderEliminar
  2. Me gustaría decirte que volveré... Te pido y aconsejo que te sigas inspirando en tus oráculos. Resultan exquisitos.
    Y un diez y un agradecimiento para la ilustrada colaboración...
    PAP

    ResponderEliminar
  3. Es muy chulo. Como una cosa tan rutinaria como sacar dinero de un cajero puede convertirse en algo mágico. Realmente, los bancos deberían plantearse instalar algún cajero como este para alegrarnos un poco la vida.

    ResponderEliminar
  4. Ojalá encontráramos más historias así en nuestro día a día. Me encanta. Es fresco y divertido, y ese puntito de magia... genial! Además confieso algo... desde que lo leí siempre me paro unos segundos de más en los cajeros e intento "acariciar" las teclas con extrema suavidad... a ver si algún día me encuentro con uno así!
    Popota

    ResponderEliminar
  5. Me sigue sorprendiendo gratamente la imaginación creativa, que hace que una simple máquina de dar dinero te resulte entrañable...¡Más, por favor!
    menuda-a

    ResponderEliminar
  6. Estimada colega, este relato me suena de algo, hummm ¡¡el famoso micro del cajero!!! una vez más en un blog. Ha tenido la difusión que se merece. Un micro premiado en un concurso literario, posteado en diferentes blogs, traducido a varios idiomas, publicado en un periódico de difusión local... eso es amortizar un escrito, porque lo vale,no lo dudes.
    Al,compañera de podium

    ResponderEliminar
  7. ¿ Y cuando pone "no funciona"? Tal vez sólo necesita de más caricias, tal vez que les susurremos algo entre rejillas...Gracias por este escrito. Alimenta un poco más la imaginación de los que nos la dejamos al salir de casa (a veces)

    Josep

    ResponderEliminar

Gracias por tu dulce comentario, prenda.