27 de octubre de 2010

¡Que me pongan las esposas!

El cancerbero debía de ser de algún país del este; su volumen y el aire que desplazaba a su paso, mientras se dirigía hacia nosotros, hacían presagiar lo peor... Acababa de encontrarme con un amigo al que hacía tiempo que no veía y con quien me disponía a entrar al concierto. “No abrazos aquí, y si venís al concierto, poned en cola”. Estábamos en la acera, a unos cinco metros de la puerta, pero se ve que es una zona de la vía pública que debe quedar despejada, para que la foto salga bonita, o por miedo a ataques de terroristas... o de patinadores. Nos acabamos de saludar en la cola, tras de lo cual accedimos, a través de sus angostas escaleras, a la panza de la coqueta sala Apolo.

No el Polifemo de la puerta, ni el conductor del sol, sino otra diosa, negra y con voz desgarradora, era la que allí nos esperaba con una banda muy fina compuesta por músicos (blancos) españoles. Su fuerza sobre el escenario, sus flecos ondulantes lograron al instante el claro objetivo de esta Circe: La hipnosis. La seductora se llama Koko-Jean Davis y su grupo The Excitements.

En tal estado nos dispusimos a dejar las chaquetas en el guardarropía, oculto tras un laberinto de gentes que ya empezaban a congregarse. Una nueva cola, con los típicos listos que se cuelan y a los que, con una copa en una mano y la chaqueta en la otra, uno no se quiere enfrentar en una noche de jolgorio como la de ayer, 26 de octubre. También eran más altos que yo... Y sin embargo, el lento avance de esta segunda cola nos iba aproximando, por el lateral, a la excitante banda. El cartel de guardarropía, junto al escenario, tampoco tiene desperdicio: “Es obligatorio dejar en guardarropa: bolsas, monopatines y mochilas”. ¡Menos mal que yo fui a caballo, que es mucho mejor en pleno Paralelo de Barcelona!

De ahí a la pista, para terminar de ver este bolo que calentó los ánimos del público, dejándonos a puntito para que se presentaran ante nosotros The Dap Kings, el grupo que acompaña a la reina de la noche, Sharon Jones, que entró al escenario con una ovación comparable a la de la despedida, muestra de la merecida entrega a priori del personal.

Y ahora, rebobinemos. Sharon Jones nació en 1956 en Augusta, Georgia, que se halla en el sur de los Estados Unidos. Tiempos turbulentos, en una zona, la del sur, donde a un tiempo surgieron una las peores expresiones humanas (la esclavitud) y una de las mejores: la música negra. Sharon creció y quiso dedicarse a la música que le gustaba, el soul, pero ya no estaba de moda. El funk, el sonido Chicago, el pop, el rap/hip-hop se fueron sucediendo. Y también su vida, entregada a un mundo poco musical: fue funcionaria de prisiones y guardia de seguridad.
  
Con más de cuarenta años, tuvo la oportunidad de dedicarse a la música, y así, desde 2002, son cuatro los álbumes que se han sucedido: Dap Dippin' with Sharon Jones and the Dap-Kings, Naturally (2005), 100 Days, 100 Nights (2007) y I Learned the Hard Way (2010), su último trabajo. Cuando uno no sabe con cuál quedarse, mejor quedárselos todos.

Y ahora canta, se desliza, sacude, baila y se permite el lujo de subirse al escenario, hasta en dos ocasiones, a sendos jovencitos de entre el público que, espontánea y obedientemente (tras la orden de Mrs. Jones), se contonean ante ella. El resto no os lo puedo contar. Es soul, es funky, es música en sangre viva. Escuchad, por ejemplo,  “Give me a chance”,  “Humble me” o “Better things”.
 
Parece que este siglo XXI también puede serlo del soul, atendiendo al gran éxito de artistas como Amy Winehouse, Adele, Alicia Keys... La sombra de Otis Redding es alargada.
   
P.D.: No vi a nadie con monopatín en los alrededores...







1 comentario:

  1. Hola pablo soy tu opinionista preferida cuando tengas algun comentario para editar dimelo a Mi
    Claudia

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Gracias por tu dulce comentario, prenda.