13 de diciembre de 2010

Una lectura de La Peste de Albert Camus


Enrique López Hijano
Me he preguntado muchas veces en qué consiste eso de ir leyendo. De ir siendo el escritor en su inocente devenir, es decir, de ser el lector. Me ha parecido siempre que vendría a ser un conjunto muy impreciso ─ como motas de polvo que luchan en un haz de luz, que diría Lucrecio ─ en el que se produce un intercambio de doble origen: el pensamiento del escritor y el pensamiento del lector. Las letras, antiguas como huesos de dinosaurio, hilvanadas en un corpus sintáctico, forman bellos esqueletos, que apenas sí dicen algo del cuerpo que sustentaron.  No sé dónde dice Fernando Savater (¿quizá en La infancia recuperada?) que un libro le gusta no cuando le llega al corazón, sino cuando le recorre la médula espinal. A esa sensación física me refiero cuando me pregunto sobre qué es un lector. ¿Será la intuición de lo escrito? ¿El canal vivo donde la literatura es un pensamiento redivivo? Quisiera intentar, con esta recomendación de lectura, revivir algún momento de mi lectura de La Peste de Albert Camus: se me ocurre que lo más parecido al tránsito neuronal por la médula espinal pudiera ser un poema:

Lectura de Camus

Si la vida fuese como esas bolas de cristal
donde nieva silencio
sobre una Vespino blanca
a ritmo acuático de Beatles,
sería hermoso ser un dios agitador.

Mas la Peste
no gusta de zarandear
bellas esferas adormecidas
donde diminutos puntos
se van posando en el fondo
con la levedad del mármol tallado.

Más bien se complace
en aunar una vida a su ruido
a fin de que un alma
se reconozca solamente
por el chirrido de su gozne.

Por eso es hermoso ser un hombre,
saberse completamente equivocado,
haber vivido en Orán y tener en una tinaja
la posibilidad de hacer con la vida
un destino transparente como una esperanza
o como una de esas bolas de cristal.

1 comentario:

  1. Enrique, cuando he leído tu texto y te preguntas "qué es ser lector", he recordado un pequeño libro de Edith Wharton: El vicio de la lectura, que muy acertadamente apunta "si el libro entra en la mente del lector tal y como lo pensó el cerebro del escritor, sin ningún añadido ni modificación que se produce cuando se pone en contacto con otro cuerpo de pensamientos, entonces se ha leido sin provecho alguno".
    Tanto los lectores o escritores compulsivos somos unos viciosos de las letras, que no necesitamos marcadores de libro (nuestra lectura a veces no es lineal) y cualquier sitio es bueno para escribir: la T10 o el reverso de la primitiva.
    Me gusta el poema que has catalizado en tu mente después de la lectura de Camus y lo has convertido en "Tu Peste".
    S.R.

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Gracias por tu dulce comentario, prenda.